Cuando Dios Cierra Una Puerta, Nuestra Aventura entre los Nakanai
¿Alguna vez has sentido que estás a punto de alcanzar un sueño solo para verlo desvanecerse de repente? Eso nos sucedió a nosotros hace unos años, cuando estábamos listos para mudarnos a una tribu. Sin embargo, por razones ajenas a nosotros, el Señor cerró esa puerta. De un momento a otro, nuestro sueño se desvaneció y nos quedamos sin planes.
La idea de comenzar de nuevo, buscar otra tribu y formar un nuevo equipo nos resultaba abrumadora. Nos preguntábamos si nuestro tiempo en Papúa Nueva Guinea había terminado. En medio de esta incertidumbre, mi esposa y yo decidimos sentarnos y aclarar nuestras ideas. Hicimos una lista con lo que queríamos lograr en los próximos años: enseñanza, discipulado, traducción bíblica en mi caso, y movernos a vivir en una tribu en un lapso no mayor a seis meses.
Con esta lista en mano, acudimos a nuestros líderes para pedir orientación. Les explicamos nuestras metas y les pedimos que consideraran nuestros dones y talentos para ayudarnos a decidir los siguientes pasos. La respuesta de ellos determinaría si nuestro tiempo en Papúa Nueva Guinea había terminado o si había una nueva oportunidad para nosotros.
Después de unos días de espera, tuvimos una reunión con nuestros líderes. Analizaron nuestras habilidades y nos entregaron una lista de tribus en las que consideraban que podíamos ser útiles. En primer lugar de esa lista estaban los Nakanai, una tribu de más de 45,000 personas con un pequeño grupo de creyentes pero sin traducción bíblica y con gran necesidad de discipulado.
Contactamos a una familia que trabajaba entre los Nakanai y, después de varias semanas de conversación, decidimos unirnos a ellos. Gracias a Dios, fuimos recibidos calurosamente por los creyentes Nakanai. Aproximadamente tres meses después de que Dios cerrara la primera puerta para nosotros con los Menguen, abrió una nueva oportunidad entre los Nakanai.
Unas semanas más tarde, ya estábamos viviendo y trabajando entre ellos, comenzando una nueva y emocionante etapa de nuestra vida misionera. Así empezó nuestra historia entre los Nakanai.
Este viaje nos ha enseñado que cuando Dios cierra una puerta, siempre abre otra. Nos ha llevado a lugares y personas que no habríamos conocido de otra manera, y nos ha permitido servir de maneras que nunca imaginamos. Nuestra aventura con los Nakanai continúa, y estamos emocionados por lo que Dios tiene reservado para el futuro.
Gracias por acompañarnos en esta travesía. ¡Bendiciones!